El trabajo en “lo echado a perder"
Declaraciones de Luther Blissett sobre la Huelga de Arte 2000-2001
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Mabel Quiñones: ¿Puedes anticiparnos en qué va
a consistir la Huelga de Arte?
Luther Blissett: En absoluto. Sólo podría especular
sobre algo que aún no ha sucedido. Cuando Luther Blissett
& Karen Eliot & Monty Cantsin lanzaron hace más de un
año la convocatoria para Madrid y Barcelona estaban muy lejos
de concebir esta iniciativa como algo definido, sabiamente
diseñado por especialistas para producir un único tipo
de eventos. Más bien se pretendía generar un marco de
intervención, una oportunidad para extremar y poner en
evidencia una serie de contradicciones, y ver qué resulta de
ello. Si otras convocatorias tuvieron su representación
formal antecedente en la recontextualización de elementos que
propicia el collage, esta iniciativa se plantea como un contexto de
intervención colectiva análogo a los que desde hace
años invaden las redes de mail-art según el
procedimiento de “añadir, copiar y pasar”. No se trata de
reproducir en todos el mismo esquema, sino de suscitar la misma
inquietud. Semejante planteamiento se expresa hoy a través de
muchas iniciativas interesantes, como los Encuentros Incongruentes o
el propio proyecto Luther Blissett.
MQ: Pero existirá algún punto de partida, alguna
descripción del marco vacío.
LB: Creo que el mero enunciado de una huelga de arte constituye una
motivación suficiente para provocar un alud de reflexiones y
de posibilidades. Nos hemos permitido sin embargo enunciar en un
documento anterior [cf. Por una huelga espectacular] aquello que la
huelga no debiera ser para nosotr@s. En aquel documento
señalábamos tres puntos que no agotan las
incertidumbres de las que partimos: decíamos que no es una
huelga de silencio. Estamos hartos de minutos de silencio, de lazos
de colores y de las doscientasmil firmas. No queremos que la huelga
se convierta en un gesto reivindicativo-ritual, y desde el principio
propusimos una huelga activa. Tenemos que enfrentarnos a la paradoja
de la visibilidad en todo contexto espectacular enfocando el
espectáculo y proyectando sobre él sus propios
fantasmas. La huelga de arte del año 2000-1 debe ponerse de
manifiesto dentro y fuera del cuadro, debe saber estar presente
allí donde no se la espere, en forma de piquete o de farsa
arrojadiza. Decíamos también que no es una huelga de
artistas ni contra el arte, con mayúscula o con
minúscula. Los artistas dejaron de interesarnos en el
impreciso momento en que se convirtieron en mercancías de
saldo ambulantes. Las vanguardias han convertido al artista, cuando
no se ha refugiado en el mundo del diseño industrial, la
publicidad o los guiones televisivos, en un replicante infeliz de
gestos desesperados, y sólo su suicidio resulta relevante
para una sociedad ávida de patetismo. Hoy se les soporta
“casi sin asesinarlos” [extracto de un tema de “Los Ilegales”: El
apóstol de la lujuria], ya que en nuestro siglo no han
logrado mantener su función más que atacándola,
cuando no ejerciendo un amanerado sacerdocio de pasiones
adolescentes. El mundo que vivimos está de vuelta. El
anti-arte ya es cosa de ayer, así que adiós, artistas,
adiós para siempre. Y es que, como señalábamos
finalmente, no es tampoco una huelga de producción. Tal
planteamiento seguiría anclado en el reconocimiento de un
ámbito de actividad separado que no se corresponde con la
situación presente, en que la gestión del capital
simbólico se ha hecho difusa y entrópica debido en
parte a la dinámica de las redes de comunicación y en
parte al despliegue de un mundo estetizado.
MQ: En lugar de eso, un boicot de consumo.
LB: Quizá para simplificar, y para distinguirla de un modo
preciso de una táctica errónea como sería una
“huelga a la japonesa”, en su momento la presentamos de esta forma,
pero este planteamiento no me preocupa menos que el otro, en la
medida en que parece suponer el mismo ámbito separado
contemplado desde otra perspectiva. Creo que, en efecto, en el
capitalismo tardío el boicot sobre el consumo
resultaría más eficaz que los parones productivos,
puesto que hoy se especula más en el mercado que en la
industria o los talleres. Pero con las redes electrónicas,
las prácticas do it yourself (fluxus, mail-art y un flujo
cada vez más intenso de fanzines y producciones
alternativas), los llamamientos a la participación desde los
medios de comunicación de masas, es todo mucho más
complejo: un nuevo género de producción se superpone
al ordenamiento económico de los impulsos, lo niega y lo
alimenta. Es difícil identificar hoy al consumidor en estado
puro en un mundo donde la propia imagen resulta negociable y donde
la tendencia decadente se desplaza ya de la voracidad consumista
hacia el vértigo masoquista de ser consumidos.
Hace poco tiempo hemos asistido en España a un comportamiento
masivo que plantea un buen precedente de cara a lo que queremos
decir. Me refiero a la movilización de internautas ocurrida
en septiembre contra las nuevas tarifas telefónicas aprobadas
por el Ministerio de Fomento, que alcanzó una
participación notable a pesar de las diversas manipulaciones
de cifras que el propio uso de la red propicia. Evidentemente,
aunque la conexión a internet sólo puede interpretarse
como el consumo de un recurso en el orden económico,
más aún en el caso del sistema monopolístico
español, este modelo no agota la interacción con las
redes. Una de las acciones consistió en una huelga de
“páginas caídas”. Otra, en una acción
coordinada que consiguió bloquear la humilde centralita de
Telefónica, y algunos intentos de cambiar los contenidos de
su web no pudieron llevarse a cabo. Con todo, esta
movilización responde ya a un nuevo concepto, y ha hecho que
los internautas adquieran una mayor conciencia de su poder. No
pienso que esto vaya a cambiar mucho las cosas, pero invita a
meditar sobre ello.
MQ: ¿Reside acaso en estas peculiaridades el sentido propio
que diferencia a esta convocatoria de otras anteriores?
LB: ¿Quieres decir que si es un concepto original? Ante todo
quiero subrayar que no necesita serlo. Ni siquiera la convocatoria
de 1990-93 que lanzó Karen Eliot pretendía ser
original, e insiste con frecuencia en la existencia de precedentes
que podría perfectamente haber obviado. Nada surge sin una
composición de lugar que lo haga posible. Esta huelga
partió de un contexto local como oposición a la
candidatura de Barcelona para la capitalidad de la cultura europea
en el año 2000. En Madrid ya se sabía lo que eso
significaba con la experiencia de 1992 y hoy podemos hablar de sus
lamentables consecuencias. La cuestión es que cuando la
candidatura de Barcelona fue retirada el concepto ya había
prendido en otros lugares y por otras razones, y no fue poco el
entusiasmo con que algunos lo asumieron. ¿Y quiénes
somos nosotros para evitarlo? Aquella primera convocatoria no
penetró en su día en el ámbito
hispánico, y en consecuencia muchos activistas perdieron la
ocasión de asumir esta experiencia, como muchas otras, lo que
ha llevado a la cultura y la contracultura españolas a un
provincianismo que resulta chocante cuando uno contempla la enorme
cantidad y variedad de hispanohablantes que existen en el mundo.
Ahora bien: ¿cómo “traducir” esta experiencia, de
forma que sea comprendida por quienes no la han vivido?
¿Presentándola como algo realizado y con unas
consecuencias más o menos irrelevantes? En vez de eso
teníamos que transmitir la vivencia del suceso, y eso nos
forzó a buscar en los precedentes las líneas de
apertura, las emergencias a las que se puede aspirar a partir de lo
conocido. La situación es otra porque el momento es otro,
pero además es otra porque tiene precedentes que determinan
posiciones que tal vez no podríamos alcanzar si ellos, y
porque estos precedentes siempre presentan al receptor sus aspectos
inacabados.
MQ: ¿Se trata entonces de realizar ese inacabamiento?
LB: De ninguna manera. Se trata de ponerlo de manifiesto otra vez,
de otra manera. No podemos aspirar a más, ni debemos
forzarlo. Si creyésemos estar fundando el Nuevo Mundo se nos
podría acusar de milenaristas.
MQ: ¿Y no existe un componente milenarista en vosotros?
¿A qué os referíais entonces, en otro lugar,
cuando hablábais del “poder simbólico de la fecha”?
LB: A que resulta sencillo en ese caso poner todos los relojes en
hora. Cuando el 3 de octubre los internautas españoles
atacaron coordinadamente la centralita de Telefónica se
sincronizaron con las señales horarias de Radio Nacional. Se
trataba de producir una referencia que pueda ser accesible a todos,
por más que ello suponga asumir la existencia de algo tan
esclerotizado como la radio estatal, donde tú y yo no solemos
vernos. En cuanto al componente milenarista, tampoco se trata
tanto de negarlo como de asumirlo a partir de sus posibilidades. Se
habla de milenarismo como de una alienación grave de la
conducta racional o como una superstición. Este discurso que
enfrenta el mito como algo ajeno la mayoría de las veces no
descifra sus propios fantasmas, pero hemos de tener en cuenta su
procedencia, eclesiástica y no ilustrada, para entender su
alcance. Para Guy Debord “las esperanzas revolucionarias modernas no
son secuelas irracionales de la pasión religiosa del
milenarismo”, sino que “es el milenarismo, lucha de clase
revolucionaria hablando por última vez el lenguaje de la
religión, quien constituye ya una tendencia revolucionaria
moderna, a la que todavía falta la conciencia de ser
únicamente histórica” [La sociedad del
espectáculo, tesis 138]. Por lo que a nosotr@s respecta, se
trata de no perder esto último de vista para que podamos
reconocer la revolución como nuestra propia operación.
Si alguna vez pudimos ver en el arte el “sentido en proceso” que en
la religión aparecía como dado, nuestro milenarismo
estético se hace también a sí mismo, en vez de
fiar a Dios el sostenimiento y desarrollo de la realización
utópica.
Por supuesto, esto no supone sin más una aceptación
del tiempo histórico y su medida. Podríamos contar
según cualquier otro calendario y no habría tal
evento, pero es Occidente el que boquea de modo alarmante, es ese
sueño el que queremos perturbar. La huelga de arte se
manifiesta así también como denuncia del
Espectáculo del Milenio. Nos vemos obligados a actuar en
medio de falsedades que se han vuelto inabarcables. Hay que
denunciar esa fecha como detención sin la que no existe
ruptura, y considerar la posibilidad de hacer algo con ella. Sobre
todo porque tardará en volver a presentarse.
MQ: ¿No participa sin embargo esta huelga de una
impresión general de que algo está cambiando deprisa
en este fin de milenio?
LB: Somos escépticos acerca de la verdadera dimensión
de estos cambios tan publicitados. Es evidente para nosotr@s que
este siglo ha abierto muchas heridas y ha acabado con muchas
esperanzas, que participamos tod@s de la misma sensación
melancólica de quien sorprende la muerte en medio de su obra
inacabada, para la que ya no quedan energías. Alguien ha
llamado a esto el síndrome del último hombre. Esta
percepción puede llevarnos a considerar que cualquier
transformación de las condiciones presentes debe ser
bendecida, y que un cambio en la cifra comportará
inmediatamente un cambio en la actitud. Esta fe inerte es la que no
conduce a nada y la que expresa en cambio la estructura
simbólica profunda del capitalismo. Nada cambiará si
nosotr@s no lo cambiamos, de este o de otro modo, en el 2000 o en el
2004. Existe un programa universal para explotar espectacularmente
esta esperanza y reconducir los eventos hacia equilibrios
económicos cada vez más precarios. Cuando la
sensación de claustrofobia y decadencia se cierne sobre los
habitantes de este siglo oscuro, cuando un abismo sin fondo ni forma
se abre unos pasos más allá, pretenderán
convencernos de que un milenio despejado y con posibilidades
ilimitadas de desarrollo se abre ante nuestros ojos.
En el I Ching o Libro del Cambio existe un hexagrama que me parece
adecuado para meditar sobre nuestra condición presente. Se
trata de Kû, el viento bajo la montaña, en la
traducción de Richard Wilhelm El trabajo en “lo echado a
perder”. El ideograma chino representa una vasija rebosante de
gusanos de la corrupción que escapan por sus bordes, y
según las interpretaciones eruditas, su sentido es el de “lo
echado a perder”, aquello que un día nos alimentó y se
nos ha vuelto venenoso debido a una situación de abandono o
de inercia, lo que ha perdido las virtudes que le son propias a
causa de no haber efectuado las transformaciones precisas de su
composición o su actualización correcta. Su referencia
sapiencial o aplicación práctica la constituye la
necesidad de sanear aquello que se ha corrompido o desviado de su
propósito originario. Esta circunstancia nos coloca en la
situación en que “se hace ventajoso atravesar un gran
río. Tres días antes de comenzar. Tres días
después de comenzar.” Hay aquí la evidencia de una
transformación en perspectiva, y una línea de
demarcación clara, aunque perturbada por el flujo violento de
las grandes aguas Sin embargo, esa transformación requiere
varias decisiones y supone muchos entrenamientos para que, por miedo
o impericia, no acabemos siendo arrastrados por la corriente. Y es
lo que me fascina de esta figura, que no habla tanto de lo echado a
perder como del trabajo sobre ello. Son muchas las pretensiones del
proyecto ilustrado que saltaron por los aires o se revelaron falsas
con el tiempo, entre ellas la promesa oculta en el arte. Pero
según la interpretación que extraigo del signo en su
aplicación al momento presente (al fin y al cabo, el “I
Ching” pretende ser una descripción de procesos, y no tiene
el sentido adivinatorio que los occidentales le hemos atribuido en
nuestro uso instrumental alienado), no es tanto “lo echado a perder”
sino nuestra intervención sobre ello, el trabajo en lo echado
a perder. No se trata simplemente de quedarse sin memoria y por
tanto sin aspiraciones ciertas. Tres días antes y tres
días después expresan una labor intensa de
desciframiento de lo que hemos sido y una alerta sostenida para
detectar los residuos activos de corrupción. La
transformación no va a llevarse a cabo sin renuncias
dolorosas, sin riesgo y sin intrigas. De hecho, puede no llevarse a
cabo, ¿quién podría adivinarlo y no simplemente
pretenderlo?
MQ: ¿Existen perspectivas de hacer esta huelga extensible a
otros puntos de España o del mundo?
LB: Existen todas las perspectivas, si bien debemos tener en cuenta
que el estado actual de la cuestión es el resultado de un
diálogo entre Madrid y Barcelona. Son varios los artistas que
han manifestado su adhesión a la huelga en estas dos
ciudades, y se nos sigue pidiendo información desde
publicaciones de otros puntos del estado. Como te señalaba se
trata de una iniciativa local que, debido a su apertura, se ha ido
cargando de cuestiones más amplias. Aquel condividuo que hace
más de un año quiso plantar cara con ella a una
decisión municipal hoy ha perdido el control de su juego. Y
el virus se sigue extendiendo. Tal y como se ha ido desarrollando la
idea, hoy convendría ciertamente que se hicieran
explícitos algunos apoyos fuera de estas dos ciudades, aunque
ello suponga aceptar iniciativas, estrategias e interpretaciones
diversas de la huelga, ya que no se trata de un gesto ceñido,
según venimos manifestando, y así empezar a dibujar al
menos un triángulo, por ejemplo con Euskadi, donde andan a
vueltas con el Guggenheim, o en la zona de Valencia, donde ya
algunas obras de arte se declararon en huelga.