Jose Luis Campal
El fenómeno de las revistas ensambladas (assembling
magazines, nombre tomado de un proyecto de Richard Kostelanetz
denominado Assembling) asignado al mundo de la
experimentación visual se ha impuesto en las últimas
décadas como una posible vía de exploración y a
la vez de escape de la masificación impersonalizada que
empezaba a detectarse en los productos artísticos
alternativos, al hecho de que una misma creación pueda
procrearse cuantitativamente con el simple acceso a
tecnologías de coste asumible como la fotocopiadora, en el
que la diferencia entre una publicación impresa y otra
reprografiada no estriba más que en la calidad, durabilidad o
maleabilidad de los productos. En los años 80 llegó un
momento en que la independencia cada vez se parecía
más al consumismo vestido con ropajes disimuladores y menos a
un vehículo artístico autogestionado, por lo que se
exigía la generación de productos que fueran
difícilmente reproducibles. Las revistas ensambladas fueron
la respuesta, publicaciones colectivas que cuajaron de forma
espontánea y múltiplicadora en el microcosmos
mail-artista y visualista, revistas en las que los colaboradores no
aportaban sólo las obras desde un punto de vista
artístico, sino también material, ya que cada uno
suministraba al coordinador de la revista el equivalente a las
páginas, con lo que la función del responsable de la
revista ensamblada se limitaba al montaje (el assemblage propiamente
dicho) de las diferentes “páginas” en cada número,
materiales que convierten a cada ejemplar en museos transportables
de arte actual. El término ensamblada es simplemente
operativo y precisaría una revisión, ya que no engloba
completamente a muchas publicaciones en las que lo que se hace es
reunir, agrupar o compilar producciones distintas en cajas o
recipientes troquelados, sin que exista un ensamblaje perceptible.
Las revistas ensambladas, como ha escrito Vittore Baroni en su
libro Arte postale (1998), constituyen «un’alternativa
indipendente e cooperativistica all’editoria tradizionale». En
otro texto, debido a Guillermo Deisler, figura clave en el panorama
experimental de las últimas décadas del siglo XX, y
titulado «De la red de arte-correo a las revistas ensambladas
de poesía visual y experimental» y fechado en la ciudad
alemana de Halle el 10 de mayo de 1991, se dice lo siguiente:
«Estos proyectos han nacido como una alternativa al deterioro
en la calidad de los mensajes producidos fundamentalmente por el uso
masivo de trabajos fotocopiados y por la necesidad de rescatar
creatividad y originalidad a través de conceptos más
concretos orientados a un diálogo más duradero y a
consolidar el lenguaje icónico como el vehículo de la
comunicación internacional, como la “escritura” comprensible
más allá de las fronteras idiomáticas y como el
puente que hace realidad la comprensión y colaboración
mutua». El editor de la revista ensamblada Edition YE,
Theo Breuer, cifra el espíritu de su proyecto en cuatro
pilares, válidos para el común de publicaciones
semejantes, y que son: «Contacto, colaboración,
comunicación y correspondencia».
En las revistas ensambladas se aceptan materiales de muy
diversa índole y procedencia: poemas visuales y discursivos,
diagramas, miniobjetos, acetatos, fotomontajes,
electrografías, linóleos, manifiestos, estampaciones,
poemas-objeto, libros-objeto, sellos de artista, diaporamas,
planchas metálicas, videopoesía, transferencias,
grabados, collages, serigrafías, materiales envasados,
fotografías, pequeñas esculturas, tarjetas en offset,
cassettes de arte sonoro, etc., etc. Con todo, en más de un
caso, se hace explícita referencia en las convocatorias de
las revistas ensambladas que no se incluirán fotocopias en
B/N sin más, como es el caso de la londinense Bric à
brac (un singular caso de assembling magazine, pues por su
coordinación han pasado varios editores, como Joe Decie,
Michael Leigh o Pat Collins). Otras publicaciones, por el contrario,
sólo se abastecen de fotocopias, como The International
Society of Copier Artists Quarterly, realizada en Brooklyn por
Louise Neaderland y en la que han llegado a participar estudiantes
de las Escuelas de Arte neoyorquinas. Existe también, en
España, un caso de una revista ensamblada puesta en marcha en
un ámbito estudiantil: las cajas ANCA, promovidas por el
artista multidisciplinar Bartolomé Ferrando en la Facultad de
Bellas Artes de Valencia.
Las revistas ensambladas no buscan sólo el embalaje de
piezas dispares, imposibles de reunir, por sus dimensiones o
particularidades físicas, en los continentes-tipo
tradicionales, sino también que las piezas que los propios
autores facilitan a los editores o coordinadores aspiren a redifinir
conceptos como novedad, irreproducibilidad o imaginación
creativa, ya que un mismo autor puede facilitar no meras
reproducciones semejantes de su obra sin intervención
diferenciadora, que sí que se dan también, sino obras
completamente originales, cada una de la serie distinta de las
otras.
Los formatos o contenedores son muy variables, y no
sólo de una publicación a otra, sino incluso de un
número a otro dentro de la misma revista ensamblada: eligen
en unas ocasiones bolsas de plástico (Mani Art); en otras,
carpetas más o menos troqueladas (Píntalo de Verde,
UNI/vers(;), El Paraíso). Otras veces, se deciden por cajas
de diferentes dimensiones: S.T. Libro Objeto ha utilizado cajas
artesanales y encuadernadas, hechas a medida y ex professo; La
Nevera reunía sus colaboraciones en cajas troqueladas que
imitaban las del reparto de pizza a domicilio; Nicotina (dirigida
por Julián Alonso desde Palencia) aprovechaba cajetillas de
cigarrillos; Metamorphosis (coordinada en Barakaldo por José
Blanco) emplea cajas de cartón recicladas; Caja de Truenos
(editada por el Colectivo Alcandoria bajo la advocación de
Antonio Gómez) ha aparecido trimestralmente como un estuche
de vídeo VHS. El mismo colectivo colabora en K’psula,
proyecto del Archivo Gráfico Gómez-Aguayo, que se
edita anualmente desde 1999 tomando como embalaje pitilleras de
alpaca, y que tiene la particularidad de que su numeración no
sigue la esperable: publica números enteros (1,2,3) y medios
(1’5, 2’5, 3’5); los enteros son números de
participación colectiva, y los medios están dedicados
a un autor individual, siendo ambos formatos diferentes. Esta
singularidad en la numeración la comparte también
Píntalo de Verde, que tuvo numeración ascendente hasta
la entrega 100, a partir de cuyo número la aplicación
fue en régimen descendente (-99, -98, -97). En otras
ocasiones, las obras se encartan en sobres (Multipostais, Sorpresa);
en otros casos optan por una encuadernación manual o
más tradiccional en formato postal, A-4 ó A-5 (7
Formes, Obskuritas, 1 von 20). Algunas varían de continente
de un número a otro: Container ha ensamblado sus contenidos
en archivadores de cartón, o cajas de madera y latón;
Copy-left embala sus contribuciones de pequeño tamaño
en bolsas de pipas, calcetines o simplemente atadas con fajillas
diversas; La más bellísima ha usado fiambreras o
taper-wares.
Aunque se hagan monográficos, la temática de los
diferentes números de las revistas ensambladas no suele
imponerse, aunque algunas sí que lo comuniquen a sus
potenciales colaboradores, como es el caso de PIPS, revista que se
hace en Bonn bajo los auspicios de Claudia Pütz y la
Dadá Corporation, y que lanzó en el año 2000
sus tres números con los siguientes temas: “Frankestein”,
“Tiempo-Máquina”, “Zodiaco”; la revista ensamblada Edition YE
(coordinada por Theo Breuer en Sistig/Eifel desde 1993)
solicitó, por ejemplo, para su número de 1999 obras
que abordaran el asunto del arte y el artista ante el fin del
milenio; S.T. Libro Objeto dedicó números a temas
como: “Azul”, “La noche” o “El cuento”. Otras revistas siguen en los
temas el orden alfabético: el nº 1 tiene como asunto una
palabra que comience por la primera letra del abecedario, y
así sucesivamente.
Los artistas se involucran en el espíritu de los
proyectos en los que participan al suministrar, sin
intermediación o censura posible, todas las obras de su
autoría que van a encartarse en cada uno de los ejemplares
que van a tirarse del número en cuestión. Así
pues, la tirada de las revistas ensambladas experimentales tiene que
ser reducida, ya que no se le puede exigir a un creador que realice,
manualmente, un número desproporcionado de obras suyas para
un solo número, por lo que esto le supondría de
agotamiento y riesgo mecanicista. En un principio, los autores
actuaban por propia iniciativa, enviando a las publicaciones sus
obras, siguiendo las directrices propiamente mail-artistas, pero
últimamente están proliferando publicaciones que se
mueven por invitación, con lo que no todos los autores que
quieran participar en dichos proyectos son admitidos de buenas a
primeras sin más, tal y como se vino haciendo hasta finales
de los años 90.
Las tiradas de las revistas ensambladas no son uniformes y
oscilan entre los 20-30 y los más de 300 originales. El
número de ejemplares que producen las revistas ensambladas no
es exactamente proporcional al de autores incluidos, de forma que
las revistas que tiran unos 20 ejemplares, albergan aproximadamente
a unos 15-16 autores/obra. Limitados a una emisión de 20
ejemplares tenemos a zines como los alemanes El Mail Tao (de
Karl-Friedrich Hacker), 1 von 20 (coordinada en Büchholz por
Jörg Seifert y que finalizó su andadura en el año
2000 tras 38 números) y Spinne (lanzada por Dirk
Fröhlich desde Dresden), la inglesa 191 (editada por
Dadá Planet en Derby), o la danesa Cardmaker/Postkortet. Y de
ahí a las tiradas de 75 ejemplares de Stampzine (San
Francisco); de 100 de Art/Life y UNI/vers(;); de 125 de The I.S.C.A.
Quarterly; de 150 de Arte Postale; o de 500 y 325 de Container,
realizada con esmero y exquisito gusto por artistas-profesores de la
Escuela de Arte de Granada; o las 315 piezas que a cada autor
solicita Veneno (dirigida en Bilbao por Francisco Aliseda). Existen,
no obstante, revistas ensambladas que no le dan mucho trabajo al
artista experimental, como fueron los casos de 7 Formes y Sorpresa,
coordinadas en Barcelona por Sergi Quiñonero y Abel Figueras,
y que pedían 8 y 10 ejemplares, respectivamente. Muchos
proyectos, por lo general, se quedan a medio camino, y exigen entre
50 y 70 obras, como ocurre con la francesa Mani Art (que hace en
Grandfresnoy Pascal Lenoir), la brasileña Multipostais
(dirigida por Paulo Bruscky), la madrileña S.T. Libro Objeto
(dirigida por Almudena Mora y Jesús Gironés) o la
estadounidense Tensetendoned. Una revista ensamblada como PIPS
adapta su tirada al año en que salen: en 1999 pedían a
los colaboradores 99 ejemplares, y 100 en el año 2000.
Las tirada resultante suele distribuirse, además de una
pequeña cantidad para la venta (algunas revistas ensambladas
ofertan la posibilidad de la suscripción), entre los
participantes en el número en cuestión (un assembling
magazine por autor) y el intercambio con otros
artistas/publicaciones, así como el depósito en
grandes centros museísticos y bibliotecarios. Queda claro que
desde presupuestos coleccionadores, una tirada reducida incrementa
el valor de esta clase de revistas. Sin ir más lejos, los 35
números de UNI/vers(;), la ejemplar revista ensamblada que G.
Deisler dirigió en en su exilio alemán entre 1987 y
1995, año de su muerte, se conservan, por ejemplo, en el
Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York y en la Biblioteca
Nacional de París; la californiana Art/Life la colecciona
nada menos que el Guggenheim norteamericano y Píntalo de
Verde tiene un ejemplar de cada número editado en la
Biblioteca Regional de Extremadura.
La periodicidad no es ni mucho menos uniforme entre las
diversas revistas ensambladas, ni siquiera en el historial propio de
algunas, que han modificado su salida por causas múltiples:
las carpetas El Paraíso (Pola de Laviana, Asturias), en sus
diez años de andadura, ha aparecido mensualmente,
bimestralmente y trimestralmente, sin que tal cambio de periodicidad
haya estado motivado por razones de fuerza mayor. Mani Art pretende
una salida mensual y PIPS sale tres veces al año, al igual
que hizo Caja de Truenos; por su lado, publicaciones como la
australiana Field Study, la canadiense Reparation de Poesie, la
toledana Piedra Lunar (editada por Corpá desde Bargas entre
1984 y 1995) y La Nevera (editada en Madrid por el colectivo Tanto
de Tanto) son o eran anuales, frente a la mayoría de las
revistas ensambladas que eligen la irregularidad como fórmula
más idónea.
La vida de algunas de las revistas ensambladas más
emblemáticas hablan sin fisuras, por sí mismas, de la
eficacia y vigencia del procedimiento: Mani Art ha superado los 130
números, Píntalo de Verde va por los 152, Copy-Left
(Zürich) ha sobrepasado los 169 y Art/Life ha hecho más
de 180. Otras revistas ensambladas no se han distinguido por su
longevidad: de Vaquita Pictures (Cuenca) se hicieron sólo dos
números y la italiana Portfolio no pasó del
número 1, como le ha sucedido al proyecto de Julián
Alonso Señales de humo. Excepcionalmente, algunas revistas
ensambladas tienen su período vital limitado, como es el caso
de Píntalo de Verde, que dejará de salir cuando llegue
a su número -0 (actualmente va por el –48).
Alguna de las que hoy día cuentan como revistas
ensambladas por puro derecho, como es el caso de Veneno, empezaron
dedicándose a otros fines para reconvertirse en 1999 en
assembling magazine. También se da el caso contrario, que una
revista ensamblada acabe transformándose, y no albergando
obras estrictamente originales, como ha sido el caso de Arte
Postale, creada en octubre de 1979 por el mail-artista italiano
Vittore Baroni y que durante 50 números, hasta octubre de
1984, se compuso «raccogliendo lavori originali di
partecipanti da tuttto il mondo», como leemos en una hoja
volandera de 1989. Una publicación que no siéndolo se
convirtió momentáneamente en algo parecido a una
revista ensamblada, fue la madrileña Koine, que hizo en 1988
un número dedicado a poesía postal y al año
siguiente sacó otro, el nº 14, de iguales
características bajo el epígrafe «Objetos &
poesía».
Muchos, incontables, son asimismo los creadores que han dado
su parabién a las revistas ensambladas: Edition YE ha acogido
a 270 creadores de 27 países; por Tensetendoned han pasado
más de 340 creadores procedentes de 43 países; por The
I.S.C.A. Quarterly más del millar y por Píntalo de
Verde han desfilado 554 autores de 39 países.
La riqueza de códigos y lenguajes expresivos encerrados
en las numerosísimas revistas ensambladas que pueblan el
universo experimental ha dado pie, como no podía ser de otro
modo, a la celebración de exposiciones, tal fue el caso de la
comisariada en 1996 por Stephen Perkins en la Galería
Subspace (Iwoa, USA), a la que seguiría un año
después otra en la Universidad de Pennsylvania en la que se
expusieron los assembling magazines del Archivo de Poesía
Concreta y Visual de Ruth & Marvin Sackner.
En Europa una de las primeras revistas ensambladas fue la
italiana Geiger, que entre 1967 y 1982 promovieron Maurizio y
Adriano Spatola, y que tenía una tirada aproximada de 300
ejemplares. En España, las revistas ensambladas más
precoces de las que tenemos constancia las puso en marcha el artista
catalán Josep Manuel Calleja, que lanzó en 1981 dos
carpetas rotuladas Teoría 81 y 3x3=3, y al año
siguiente la revista ensamblada C.A.P.S.A., que tenía el
formato de una caja octogonal troquelada y que como tal
duraría unos tres números.
Además de las citadas a lo largo de esta
intervención, de las muchas revistas ensambladas que retan
diariamente a los convencionalismos en los cinco continentes, no
estaría de más recordar a proyectos como la japonesa
Brain cell (coordinada en Osaka por R. Cohen), las holandesas
Artbrain (Amsterdam) y Nols (de Magda Lagerwerf); la finesa Brio
Cell (de Jukka Lehmus); la alemana Herbarium (promovida por Hans
Hess); las realizadas en Porto por César Figueiredo; las
estadounidenses Level, The Quiet Sheet, o @rth*le; la australiana
Polartis 2000; la belga Pazuzu’s Paper; las francesas Dump Zone y
Pogue Mahone; la búlgara SVEP (de Vesselin Sarieff); la
griega Einai Aypio; las asturianas Mondragón y La Ruta del
Sentido; las carpetas valencianas Col.lecció d’art postal; la
catalana Fíjate; la inglesa Orange Cell; las italianas Di
segni di sogni (hecha en Milán por Claudio Jaccarino),
SSSSSS! (coordinada en Dogato por Bruno Capatti), Copy Book (de
Lamberto Lambi), Fuck (dirigida por Vittorio Baccelli), Original Art
Magazine, Oferta Speciale (de Carla Bertola y Alberto Vitacchio),
Tracce (Bari) o Sign Post (de S. Luigetti), etc. Las últimas
en sumarse al mundo del ensamblaje de las que tengo constancia han
sido los Cuadernos del Sistema Solar (Cuenca) y ARTchivo, impulsada
por Fernando Millán, y acabantes ambas de alumbrarse; o las
carpetas Cancionero Visual, puestas en funcionamiento por la
asociación alavesa ARTeragin y todavía en
período de gestación. Por último, se hace
necesario señalar el caso de publicaciones que sin ser in
sensu strictu una revista ensamblada, incorporan en cada ejemplar
elementos matéricos originales que las apartan de las
revistas estandarizadas al uso y las aproximan, en cierto modo, al
terreno fronterizo y mestizo del producto plural que hoy por hoy
representan las revistas ensambladas.
Comunicación presentada en “Edita 2001. VIII Encuentro
Internacional de Editores Independientes y Ediciones Alternativas”
(Punta Umbría-Huelva, España; 30 de abril de 2001).
Agradezco las informaciones y puntualizaciones aportadas por
artistas visuales como Antonio Gómez, Pere Sousa, Vittore
Baroni, Jörg Seifert, Theo Breuer, Claudia Pütz, Anna
Boschi, Louise Neaderland, José Blanco, Paco Aliseda, La
Compañía, etc